El regreso de Cyrano (gracias a Calamaro)
Últimamente mi vida no es más que una repetición constante de si misma. Es como mirar la misma película una y otra vez. Con tono agridulce musitas los diálogos aprendidos tras miles de visionados, una vez, y otra… siempre igual. Obviando el ritual de cada semana, los momentos de esparcimiento se convierten en escenas gemelas de tedio reiterativo. Quizá es por ello que la búsqueda del dragón y la atrofiada compañía del hada verde pasan a ser las únicas y miserables salidas de la rutina. Lo peor viene cuando echas la vista atrás y comprendes que las horas de tu vida siempre fueron clónicas, aun así
“…parecía el cielo porque estabas conmigo
todavía soy tu amigo…”
te sentías mejor, de un modo u otro pero todo tenía sentido. Es el golpe en la frente, el “ahora caigo”. De alguna manera me doy cuenta de lo absurdo de mi desidia. De lo estrambótico y antinatural de mi misoginia. Conozco, soy consciente de mi anterior pensamiento embotado
“…voy a probar primero al olvido, a lo ajeno
voy a pasar a retiro de un tiro al culpable de mi soledad”
pero no logro comprender los motivos exactos que me llevaron a él. Quizá deba seguir la marea, ¿no? Dar un giro en el aire con el último esfuerzo y empezar a nadar a favor de la corriente, ¿verdad? Olvidarme de cuentos de hadas y aprovechar cualquier oportunidad para atarme a la masa palpitante de la sociedad. Aparcar al malhumorado yo que siempre mira de reojo y unirme a la felicidad de pastel por la que aboga mi generación. Puede que así recuerde mis escapadas a la playa y desentierre la libreta de mi delirio post traumático. Quizá sea hora de desempolvar la máscara. Pero la metáfora que era mi vida murió, la maté, se suicidó en un descarado intento por pasar página. En su esquela se narraban los días finales. Ese Cyrano de Bergerac que hablaba a través de la máscara fue descubierto y rechazado por Roxanne. No sucumbió sentado en un banco y abrazado a su amada. Se disparó en la boca porque asumió que se apagaba lentamente y al fin y al cabo
“La vida es una cárcel con las puertas abiertas…”
no quedaba mucho por hacer. Pero lo veo volver, de entre los muertos, alguien más envejecido, con todavía musgo de su reciente tumba. El sombrero caído y una mueca de desprecio por todo lo pasado. Un Cyrano más cínico, cansado y desesperado. Aun así conserva su capa y su espada, su afilada ironía y el oxidado recuerdo de un desmayo desde la luna. Vuelve con una sonrisa de media cara. Igual pero distinto a ojos de los demás. Me abraza, como quien abraza a un hermano,
“Y sin saber porqué
me quedo viendo el sol caer
otra vez…”
me tiende su espada por la empuñadura, me cede su sombrero y ahora lo recuerdo.
“…el novio del olvido…”
Pasa el tiempo, cambian las circunstancias pero algo sigue igual. Puedo nadar a favor o en contra de la corriente porque al fin y al cabo “no me vale con hombres… ¡necesito gigantes!”
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saco's man -