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... SIN DEJAR DE SONREIR ...

Ella

Ella

Te vi sentada en la barra. Con la impaciencia hecha pupila tamborileabas con dos dedos la mojada superficie. Pronto el camarero fue a servirte una cerveza, pagaste con gesto distraído y te centraste en beber en pequeños sorbos. Tu mirada se desdibujaba, ausente, quien sabe si fija en otro lugar o en otro tiempo, o en ambos, o en nada.

La música cambió de tercio. Al absurdo tema de una moderna banda de pseudo pop le siguió una antigua balada. Tu rostro despertó de su letargo y sonreíste, la sonrisa más triste que jamás vi. Hasta ese momento no me di cuenta, pero todo a tú alrededor se difuminaba, se volvía irreal como la calle tras las ventanas en un día de lluvia. Eras el epicentro de la tristeza, el umbral del olvido. Me pregunté si realmente existías o eras tan solo un trozo de recuerdo hecho carne.

Sentía que el tiempo se me esfumaba y decidí apostar contra el destino y contra mi mismo… “si se pide otra cerveza me pongo en movimiento”. De repente todo como en una vieja película, las personas que me rodeaban sin llegar a acompañarme me miraban con una expresión preocupada, la música decreció en fuerza y velocidad, ella se levantó, se tocó el pelo y alzó la mano llamando al camarero.

Cuando volvió a sentarse, un hombre se acercó a ella, penetró la burbuja de irrealidad que la sostenía y se atrevió a dirigirle la palabra. Solo tardó 3 minutos en alejarse derrotado. 

El tiempo apremiaba, a mi alrededor se mantenían conversaciones intranquilas, alguna quizá sobre mí, sobre mi atolondramiento. Un nuevo cambio en la música me hizo actuar. Completamente fuera de lugar comenzaron los acordes de una canción que nunca soñé escuchar en un bar, la canción con la que todos nos quisimos enamorar alguna vez, con la que siempre hemos soñado hablar con ella. Cada uno de nosotros tiene una canción así, y rara vez suena fuera de la soledad de nuestra habitación. Como una señal del destino se escuchaba en ese momento.

 Mis piernas, ancladas al suelo, cobraron vida. Un paso, dos pasos… no pensaba en lo que le iba a decir, sabía que el destino me guiaba, que no había posibilidad de equívoco, que era ella. A mi alrededor, los murmullos se convirtieron en exclamaciones de asombro. “¿Él? ¿Cómo va a hacerlo él?”. Todo era absurdo, inconexo y desconcertante, “él” era yo, y yo nunca lo hacía. Nunca actuaba. No me movía.Pero allá iba… tres pasos, cuatro pasos… y ahí estaba ella. En un segundo, de esos que la vida nos regala en contadas ocasiones, giró la cabeza y sus ojos decidieron librar una batalla con los míos. No se quien ganó… 

-         ¿Hola?- Más que saludar, inquiría. En ese momento me sentía un psicópata, un absurdo, un acosador.

Pensaba que todas las películas del mundo, las canciones, nunca hablaban de lo que sentía el protagonista antes del momento decisivo. Siempre bastaba con la cara del actor o con la guitarra del cantante. Con un coro o con una línea de diálogo todo el mundo se tornaba milagro, la soledad desaparecía y un paso dejaba ver un futuro maravilloso, lleno de cariño y pasión desenfrenada. ¿Cómo explicar aquel instante de desasosiego, aquel sonrojo? Me encontraba delante de ella, todo era perfecto. Allí estaba, mirándome.

 -         ¿Quieres algo?- El momento de la verdad. Ahora si, no podía callarme, era mía. Era ella.

 -         A… ti.- Ella sonrió.

Nerviosa, no respondió en seguida, no se rió. No se levantó y llamó a una amiga para comentar la escena. Tan solo sonrío y se quedó mirándome algunos segundos que se hicieron horas. Era perfecta, yo quería que fuera todo así. Abrió los labios, seguía la sonrisa. “Por favor, dime que puede ser, dime que no soy un loco insensato…”

 -         ¿Sabes? Es curioso.- Habla con tranquilidad, parece como si lo tuviera ensayado.- Llevo viniendo aquí varias semanas, me siento y me quedo sola. Estoy aquí porque nunca pensé encontrar en este tipo de bar a alguien de quien pudiera enamorarme, y vas tú y haces que tenga que buscarme otro bar. 

Bueno… sonreí. Era algo increíble. Ella se levantó y cambiamos dos besos. A los cinco minutos de charla me incliné sobre su rostro y…

 RRRRRRrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrinnnnnnnnggggggggg. ... abro los ojos y mi mano acaricia un lugar vacío sobre la almohada… Me queda pensar que en algún lugar del mundo una chica solitaria y de mirada triste haya sentido un suave roce en la mejilla y pueda sonreír después de mucho tiempo de espera…

 

1 comentario

saco's man -

no sé si te has dado cuenta, o soy yo el que no lo termina de entender, pero lo que has contado se parece un poco a las pesadillas de Freddy, que se sueñan pero se sienten de verdad, salvando las diferencias de muerte y arañazos sangrientos. Es una buena idea para un corto. COPYRIIIGHT!!!!!
Hay que actuar como en el sueño.